sábado, 16 de diciembre de 2006

EMPLEADO MODELO

Ahora mismo estoy sentado en mi puesto de trabajo, estilo de vida Hommer Simpson. Mojo magdalenas en chocolate caliente mientras escucho música con mi mp3 y hablo con Víctor por el Messenger. La empresa se desmorona pero yo tengo cosas mejores que hacer. Las otras 300 personas que hacen méritos para mantener su puesto de trabajo es posible que no piensen como yo. Pero en fin, yo creo que todo esto es cuestión de perspectiva.

Mi filosofía laboral es: Me escaqueo, luego existo. Porque en la vida uno tiene que tener claro el papel tan importante que desmpeña en el engranaje de una gran empresa como ésta en la que vegeto yo: O sea, un númerito minúsculo en la pantalla de un gordo bigotudo que perpetúa mi existencia en la empresa a través de un implacable control c y control v. Si, ese numerito tan pequeño soy yo. Eso y quizá unas cuantas filas de cifras en negativo en la lista negra de la productividad. Ese imperdonable signo menos que se cantea entre todos los signos más. Ese jodido cuadradito que apenas se eleva del suelo y que desfigura el skyline de barras y porcentajes de la empresa. YO SOY ÉSE.

Me imagino como una cara borrosa con una tira negra tapándome los ojos, hablando con una voz cacofónica en un video grabado con cámara oculta por un reportero infiltrado de algún programa de Televisión, anunciado a bombo y platillo y emitido entre reality shows y documentales que revisan los devenires sexuales de personajes públicos fallecidos años atrás. El cabecilla de una trama de escaqueo laboral con trasfondo reivindicativo- ideológico-social.

Sin embargo, la gran masa de trabajadores permanecen aborregados, aceptando un trato degradante y una situación desfavorecedora y ante todo inmerecida. Casi todos son conscientes de ello. Es triste. Pero siguen sometidos e hipotecados, y cuanto peor les trata esta empresa más curran ellos por y para la empresa.

Últimamente he tenido que lidiar con algunos ejemplares de "Cartulino Ibérico", esa especie tan extendida en nuestro país, especialmente en este tipo de trabajos, como el mío de telemarketing y similares. Ésos son particularmente desquiciantes. Son los que peor trato reciben por parte de la empresa y los que más se esfuerzan no sólo en agradar al patrón sino en aplastar a los trabajadores que como yo intentan dinamitar en la medida que les es posible la mierda de estructura de estas empresas que te joden la vida a la mínima ocasión. En fin, es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo. Ajuste de cuentas social, toda esa mierda.

Sin ir más lejos, el otro día, mientras mantenía una conversación con un amigo vía internet, un ejemplar de cartulino ibérico de la rama de los trabajadores, que estaba sentada en el puesto de mi izquierda, tuvo la brillante idea de grabarme en video con su teléfono móvil, para tener pruebas de mi "mala conducta", supongo que para enseñarle la prueba del delito a algún supervisor e intentar conseguir con ello mi despido. La muy zorra debía pensar que estaba en CSI o algo. Quizá no pudo soportar que una hora antes la empresa la amonestara por motivos estúpidos como llegar un minuto tarde del descanso, y a mí, que he conseguido hacer de mi curro un cyber en el que me pagan por venir, me dejen seguir como si tal cosa. Pero en lugar de cagarse en su puta madre decidió tocarme los cojones, qué estúpida, ahí si que estás demostrando tener el coeficiente mental de una vaca de 11 once años alimentada con los restos de otras vacas, la empresa te jode injustamente y y tú te pones a joder a uno de los pocos que les jode a ellos y hace lo que a ti te gustaría tener los cojones de hacer.
Tanta subnormalidad me provocó un ligero dolor de cabeza así que me bajé la cremallera del pantalón y le enseñé algo que muy acertadamente interpretó como un "deja de grabarme maldita zorra o me vas a comer el cipote so cabrona", y efectivamente ahí pusimos punto y final a su corta carrera como ayudante de cámara, no sin antes guardar el video en la memoria del móvil, probablemente para descargar su furia contenida contra mí a base de dedazos guarrindongos en sus noches de soledad forzosa por malfollá.

Es lamentable que las empresas se dediquen a explotar a los trabajadores, tocarles los huevos y hacerles sentir putos desgraciados, pero aún es más lamentable que los propios trabajadores explotados se bajen los pantalones y se unten baselina en el ojete voluntariamente. Todos terminan despedidos con cara de gilipollas como preguntándose por qué la vida es tan injusta.
A mi no me echan porque llevo aquí más años que su puta madre, y la indemnización que me tendrían que dar supera con creces lo que piensan que yo merezco como trabajador, cosa con la que estoy completamente de acuerdo.

Así son las cosas, y así se las hemos contado.

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